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domingo, 10 de junio de 2012

"Angustia"; Freud (resumen)

Angustia
          En una primera época (1894), a consecuencia del estudio de las neurosis actuales, principalmente la neurosis de angustia, considera a la angustia como la transformación de la excitación sexual acumulada y no satisfecha: la libido no satisfecha produce un monto de excitación que al no ser descargado se transforma directamente en angustia. Angustia: libido acumulada.
          En "Tres ensayos" de 1905, habla de una angustia neurótica producida por represión en donde el niño se angustia al no poder obtener satisfacción por la ausencia de la madre: es la represión la que produce una transformación de la energía libidinal en angustia. Angustia: causada por la represión.
          En 1909 con el caso Juanito, al explicar la fobia por el mecanismo de desplazamiento, deja de considerar a la angustia como una simple energía libidinal para conceptualizarla como un afecto. Angustia: afecto.
          En 1916, conceptualiza la angustia como señal de alarma desencadenada por el yo: el desarrollo de la angustia es la reacción del yo ante el peligro, y constituye la señal para la fuga; en la angustia neurótica, el yo busca escapar a las exigencias de la libido y se comporta respecto a este peligro interior del mismo modo que si se tratase de un peligro exterior. Angustia: señal de alarma.
    En 1925, en "Inhibición, síntoma y angustia", Freud avanza en su teoría de la angustia y la conceptualiza como reacción ante una situación peligrosa o señal de alarma ante un peligro interno (como la libido) o externo (como la castración); ahora es la angustia la que causa la represión. Angustia: reacción ante una situación peligrosa; causa la represión.
    En 1932 formula la hipótesis del factor traumático, y expone que la angustia es un estado afectivo; el nacimiento es el suceso que deja tras de sí tal huella afectiva: las influencias propias de la angustia sobre la actividad cardíaca y la respiración. Luego diferencia entre la angustia real (ante un daño temido del exterior) y la angustia neurótica (enigmática e inadecuada), que observaba en tres circunstancias:
          1) como angustia flotante o expectante (neurosis de angustia).
          2) vinculada fijamente a determinadas representaciones (fobias).
          3) acompañando a los síntomas o como estado más duradero (histeria y otras neurosis).
          La primera forma de angustia neurótica surge por transformación directa de la libido insatisfecha (caso de la neurosis de angustia y de algunas fobias infantiles a la soledad y a los extraños). En la fobia el síntoma es creado para evitar el acceso de angustia. En los actos obsesivos, si se impide el ceremonial se produce un desarrollo de angustia que el síntoma habría evitado. Los síntomas parecen que fuesen creados para evitar la explosión del estado de angustia.
    En la angustia neurótica, se le teme a la propia libido; a diferencia de la angustia real, en esta angustia el peligro es interior, y no es concientemente reconocido.
    En la fobia, la angustia neurótica es transformada en aparente angustia real debido al desplazamiento: lo que era un temor interno a algo desconocido (la libido), se transforma en un temor a algo externo y conocido (el objeto fóbico), aunque el propio paciente juzgue desmesurado e irracional su temor a dicho objeto. La ventaja es que de un peligro exterior puede uno salvarse con la fuga, en cambio la tentativa de fuga ante un peligro interior es un empresa harto difícil.
    A partir de la introducción del modelo estructural que divide el aparato psíquico en yo, ello y superyo, Freud aporta nuevas consideraciones sobre la angustia: 
* El yo es el verdadero almácigo de la angustia.
* Las tres clases de angustia (real, neurótica, y de conciencia moral) pueden ser referidas a los vasallajes del yo:  mundo exterior, ello, y superyo, respectivamente.
* La angustia como señal de alarma, pasa a primer plano.
* La angustia existe con anterioridad a la represión.
* La angustia crea la represión.
* La angustia neurótica es también una angustia real ante un peligro externo: el peligro de la castración en los varones y el peligro de la pérdida del amor en las mujeres; el peligro amenaza desde el exterior y el niño cree en su efectividad.
* Las condiciones de angustia repiten en el fondo la situación de la primitiva angustia del nacimiento, el cual significaba una separación de la madre.
* A cada época del desarrollo le corresponde cierta situación de peligro (condición de angustia): el peligro de desamparo psíquico corresponde con el estadio de la falta de madurez del yo; el peligro de la perdida de objeto (o perdida de amor), con la falta de autosuficiencia de los primeros años infantiles; el peligro de la castración, con la fase fálica; y el miedo al superyo, con la época de latencia.
* Freud vuelve a preguntarse qué es realmente lo peligroso, y responde con su hipótesis del factor traumático: lo temido, el objeto de la angustia, es la aparición de un instante traumático que no puede ser tratado según las normas del principio del placer.
          Esto es ejemplificado con el acto del nacimiento: lo esencial, traumático, en el nacimiento, como en toda situación de peligro, es que provoca en la vida anímica un estado de gran excitación, que es sentido como displacer y que el sujeto no puede dominar con su descarga.
          Cada vez que el sujeto se encuentre ante una situación de excitación que no pueda dominar mediante la descarga, es decir, tramitarla según el principio del placer que tiende a reducir la tensión y recuperar la homeostasis, se reactualizará el factor traumático, y dicha situación será vivida como peligrosa y, por tanto, como fuente de angustia.
          Son las represiones secundarias las que muestran el mecanismo en que la angustia es despertada como señal de una situación de peligro anterior; las represiones primarias y más tempranas nacen directamente del instante traumático en el choque del yo con una exigencia libidinosa de primera magnitud y producen su angustia de por sí, aunque conforme al prototipo del nacimiento. La angustia, entonces, posee un doble origen: unas del instante traumático, y otras, como señal de que amenaza la repetición de tal instante.


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