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domingo, 10 de junio de 2012

Sexualidad fenemina; Freud (resumen)

“Sobre la sexualidad femenina”; Lacan (15030)
I
    En el caso del varón, se encuentra al niño tiernamente prendado del progenitor de sexo contrario, mientras que en la relación con el de igual sexo prevalece la hostilidad. La madre fue su primer objeto de amor; luego, con el refuerzo de sus aspiraciones enamoradas, lo sigue siendo, y a raíz de la intelección más profunda del vínculo entre la madre y el padre, éste último deviene un rival. Esto se ve en la fase del complejo de Edipo normal.
    En la niña, la madre también fue su primer objeto. La frase pre-edípica es mucho más larga, y la relación de ligazón con la madre puede durar hasta los cuatro o cinco años, o quizá nunca desprenderse de ella. La mujer llega al complejo de Edipo positivo (ternura hacia el sexo opuesto y hostilidad hacia el mismo sexo) luego de superar una prehistoria gobernada por el complejo negativo. Se tiene que producir el trueque entre la zona erógena rectora (el clítoris) por la vagina; a su vez, se tiene que cambiar su inicial objeto de amor (la madre) por el padre.
    Freud dice que, en general, toda vez que la ligazón-madre fue de particular intensidad, el trueque con la ligazón-padre también lo será.

II
    Dos hechos novedosos: la intensa dependencia de la mujer respecto de su padre es la heredera de una igualmente intensa ligazón- madre; y esa fase anterior tuvo una duración inesperada.
    La bisexualidad es parte de la disposición constitucional de los seres humanos. El varón tiene solo una zona genesica rectora, un órgano genesico, mientras que la mujer posee dos: la vagina, propiamente femenina, y el clítoris, análogo al miembro viril.
    En la mujer, lo que precede a la genitalidad tiene que desenvolverse en torno del clítoris. La vida sexual de la mujer se descompone en dos fases: una de carácter masculino y otra específicamente femenina; en el desarrollo hay un proceso de transporte de una fase a la otra.
    Las condiciones primordiales de la elección de objeto son idénticas para todos los niños; tanto en niños como en niñas, la madre deviene el primer objeto de amor a consecuencia del influjo del suministro de alimento y del cuidado del cuerpo. En el varón, la madre seguirá siendo el objeto de amor hasta que la sustituya un objeto de su misma esencia o derivado de ella. En cambio, en la niña, al final del desarrollo, se produce un cambio de vía sexual que corresponde a un cambio de vía en el sexo del objeto.
    En el niño se da simultáneamente un vinculo amoroso hacia la madre y odio al padre, el cual, por el descubrimiento de la posibilidad de castración, impone la replsamación del complejo de Edipo, produce la creación del superyó, introduciendo en el niño todos los procesos que tienen por meta la inserción del individuo en la cultura. Luego de la interiorización de la instancia paterna en el superyó, se busca desasir de este ultimo a las personas de quienes originariamente fue la subrogación anímica.
    Los efectos del complejo de castración en la mujer: ella reconoce el hecho de su castración y la superioridad del varón y su propia inferioridad, pero se revuelve contra esta situación desagradable. De esta actitud derivan tres orientaciones posibles de desarrollo:
 Suspensión de toda vida sexual: extrañamiento respecto de la sexualidad; la niña, aterrorizada por la comparación con el varón, queda desconéctenla con su clítoris, renuncia a su quehacer fálico y a la sexualidad en general.
 Porfiada híper insistencia en la virilidad: complejo de masculinidad; retención de la masculinidad. La esperanza de tener alguna vez un pene persiste hasta épocas tardías; persiste la fantasía de ser un varón, pudiendo terminar este complejo en una elección de objeto homosexual manifiesta.
 Esbozos de la femineidad definitiva: forma femenina del complejo de Edipo: desemboca en la final configuración femenina que toma al padre como objeto. El complejo de Edipo es en la mujer el resultado final de un desarrollo más prolongado, es creado por el influjo de la castración, y es frecuente que la mujer nunca lo supere.

    La fase de la ligazón-madre puede llamarse pre-edípica, es el vinculo originario sobre el que se edifica la ligazón-padre; el endose (cambio, pasaje) de ligazones afectivas del objeto-madre al objeto-padre constituye el contenido principal del desarrollo que lleva hasta la femineidad.
    El extrañamiento del objeto-madre se produce por la eficacia de una serie de mecanismos que cooperan en la misma meta final: lo celos hacia otras personas (el amor infantil es desmedida, pide exclusividad), la incapacidad de una satisfacción plena (el amor carece de meta y está condenado a dejar sitio a una actitud hostil), el efecto del complejo de castración (descubrimiento de su inferioridad orgánica), la omisión de dotar a la niña con el genital correcto, la nutrición de manera insuficiente, iniciación del primer quehacer sexual y luego su prohibición.
    Cuando la niña se entera de su propio defecto por la vista de un genital masculina, no acepta sin vacilación ni renuencia la indeseada enseñanza, sino que se obstina en la expectativa de poseer alguna vez un genital así, y el deseo de tenerlo sobrevive todavía largo tiempo.
    Al final de esta primera fase de la ligazón-madre, emerge, por el extrañamiento de la hija respecto de la madre, el reproche de haberla hecho mujer.
    Parece ser que los motivos para ese extrañamiento son insuficientes para justificar la final hostilidad. Quizá lo más correcto sea decir que la ligazón-madre tiene que irse al fundamento justamente porque es la primera y es intensísima.
    En las primeras fases de la vida amorosa es evidente que la ambivalencia constituye la regla. La intensa ligazón de la niña con su madre debe hacer sido muy ambivalente, y justamente por eso y con la cooperación de otros factores, habrá sido esforzada a extrañarse de ella. El proceso es consecuencia de una característica universal de la sexualidad infantil.

III
    Las metas sexuales de la niña junto a la madre son de naturaleza tanto activa como pasiva, y están comandadas por las fases libidinales que atraviesan los niños.
    En todos los ámbitos del vivenciar anímico, una impresión recibida pasivamente provoca en el niño la tendencia a una reacción activa; intenta hacer lo mismo que antes le hicieron o que hicieron con él, se intenta dominar el mundo externo. Puede incluso empeñarse en repetir impresiones que habría tenido motivos para evitar a causa de su contenido penoso. Se muestra una rebeldía contra la pasividad y una predilección por el papel activo. Esta alternancia de la pasividad a la actividad no se da en todos los niños con igual regularidad y alternancia, y en muchos puede faltar.
    Las primeras vivencias sexuales del niño junto a la madre son de naturaleza pasiva (es amamantado, alimentado, limpiado, etc., por ella). Una parte de la libido del niño permanece adherido a esas experiencias y goza de las satisfacciones conexas; otra parte te ensaya en su re-vuelta a la actividad. En los otros vínculos, el niño se contenta con la autonomía, con el triunfo de ejecutar él mismo lo que antes le sucedió o con la repetición activa de sus vivencias pasivas en el juego o bien convierte a la madre en el objeto respecto del cual se presenta como sujeto activo.
    Entre las mociones pasivas de la fase fálica, se destaca que la niña inculpa a la madre como seductora, ya que por fuerza debió registrar las primeras sensaciones genitales a raíz de los manejos de la limpieza y el cuidado del cuerpo realizados por la madre. El hecho de que de ese modo la madre inevitablemente despierte en su hija la fase fálica es el responsable de que en las fantasías de años posteriores el padre aparezca tan regularmente como el seductor sexual. Al tiempo que se cumple el extrañamiento respecto de la madre, se transfiere al padre la introducción en la vida sexual.
    En la fase fálica sobrevienen por último intensas emociones activas de deseo dirigidas ala madre; el quehacer sexual culmina en la masturbación del clítoris. El extrañamiento respecto de la madre es un paso en extremo sustantivo en la vía de desarrollo de la niña, es algotas que un mero cambio de vía de objeto; al par que sobreviene se observa un fuerte descenso de las aspiraciones sexuales activas y un ascenso de las pasivas. El tránsito al objeto-padre se cumple con ayuda de las experiencias pasivas en la medida en que estas han escapado al ímpetu subvirtiente.




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