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jueves, 16 de febrero de 2012

“Tótem y Tabú”; Freud (resumen)

“Tótem y Tabú”; Freud
* El horror al incesto
    Freud toma el ejemplo de los actuales salvajes de Australia. Ellos se rigen por el totemismo: cada clan tiene su tótem, un antepasado benefactor y protector que une a los miembros más que los mismos lazos de sangre. En cada tótem está siempre la norma de la exogamia, no estando permitido el vínculo sexual entre miembros del mismo clan totémico. Totemismo y exogamia aparecen muy unidos. Si alguien viola la norma, toda la tribu lo castiga enérgicamente como si estuviese defendiéndose de una seria amenaza, aunque la violación implique un amorío pasajero que engendra hijos. Si el tótem se hereda de la madre, entonces los hijos no podrán tener comercio sexual ni con su madre ni sus hermanas, ya que son del mismo tótem. Todos los descendientes del mismo tótem son considerados parientes consanguíneos (de la misma sangre), aún cuando sean de distintas familias. Tienen horror al incesto.
    Así, la estirpe totémica reemplaza a la familia realmente consanguínea, tanto que un hijo llama 'padre' no sólo a quien lo engendró, sino a cualquier otro hombre que pudiera haberse casado con su madre.

* El tabú y la ambivalencia de las mociones de sentimiento
    Tabú significa algo sagrado, pero sobretodo algo prohibido, y no por algún dios, sino que es la norma misma quien prohíbe. Tabú significa también algo que protege, a jefes, niños, mujeres, etc..
    Wundt habla del tabú de los animales (prohibición de matarlos y comerlos), y que es el núcleo del totemismo. También pueden ser tabúes seres humanos (niños, mujeres, etc) y otros objetos como plantas, casas, etc. Wundt cree que el tabú obedece al miedo a un poder demoníaco supuestamente escondido en el tabú.
    Con el tiempo el tabú pasó poco a poco a prohibir por sí solo, pasando lo demoníaco a un segundo plano. El psicoanálisis nos muestra el tabú en los enfermos obsesivos, llenos de tabúes a los que obedecen tanto como los salvajes. Hay concordancias entre las prohibiciones obsesivas neuróticas y los tabúes, como por ejemplo que son igualmente inmotivadas y de enigmático origen, y además impuestas desde dentro del sujeto. En suma, las concordancias son cuatro: carácter inmotivado, convencimiento interno, desplazabilidad (contagio) y acciones ceremoniales.
    Las prohibiciones tabú son ambivalentes: en lo inconciente les gustaría violarlas, pero al mismo tiempo temen hacerlo. Las más antiguas e importantes prohibiciones-tabú son las dos leyes fundamentales del totemismo: no matar al animal totémico, y evitar el comercio sexual con los miembros del sexo opuesto del mismo clan totémico. Consiguientemente, estas debieron ser las apetencias más fuertes del hombre, ya que el fundamento del tabú es un obrar prohibido para el cual hay una intensa inclinación inconciente.
    El hombre que violó un tabú se vuelve él mísmo tabú porque da el mal ejemplo a los demás, los cuales deben entonces evitarlo. También se vuelve tabú el ser humano que tienta a violar lo prohibido, como por ejemplo una mujer, o también el hombre que despierta envidia. Esta transferibilidad del tabú refleja la inclinación de la pulsión inconciente, ya indicada para la neurosis, a desplazarse siempre sobre nuevos objetos siguiendo diferentes caminos asociativos.
    Hasta aquí resumimos: el tabú es una prohibición antiquísima impuesta desde afuera por alguna autoridad, y dirigida hacia las más intensas apetencias del hombre. El placer de violar el tabú subsiste en este inconcientemente, y quienes obedecen el tabú tienen una actitud ambivalente hacia aquello sobre lo cual el tabú recae: objeto, persona, etc. ya que despierta tentación y también temor. La violación del tabú se expía mediante una renuncia.
   
* El retorno del totemismo en la infancia
    El totemismo es tanto un sistema religioso como social. Religioso porque apunta al vínculo de mutuo respeto y protección entre un hombre y su tótem, y social porque regula las relaciones entre los hombres. Dos son las prohibiciones importantes en el totemismo: matar (o comer) al tótem, y comerciar sexualmente con los mismos miembros del clan totémico.
    Tres tipos de teorías intentaron explicar el origen del totemismo: las nominalistas, las sociológicas y las psicológicas.
    Según las teorías nominalistas, los antepasados dieron nombres de animales a sus jefes porque tenían algunas cualidades de ellos. Con el tiempo, sus descendientes terminaron creyendo que su antepasado, el tótem, fue un animal.
    Según la teoría sociológica (Spencer y Guillen), el tótem representa a la sociedad en su conjunto, corporiza a la comunidad que es el genuino objeto de veneración. La sociedad es venerable porque permite unirse armónicamente a los hombres y cooperar entre sí para poder subsistir.
    En cuanto a las teorías psicológicas, hay varias, como las de Wilken, Boas, Wundt y Frazer. Este último, en un primer momento sostuvo como teoría que el tótem es sentido como un refugio seguro del alma del primitivo para protegerla de los peligros. Después adhirió a la teoría sociológica antes indicada, y por último, Frazer buscó identificar la fuente última del totemismo en la ignorancia de los salvajes acerca del proceso de la reproducción sexual, especialmente respecto del papel del macho. El totemismo resulta ser así una creación de la mujer, quien cree que algo (el tótem) la fecunda y le da hijos. Freud critica esto, diciendo que los salvajes no son tan ignorantes como para creer en una concepción sexual mágica.
    Respecto de las relaciones entre totemismo y exogamia, hay quienes dicen que ambas instituciones están juntas por azar y que en realidad son independientes, mientras otros sostienen que la exogamia es una consecuencia lógica del totemismo. Freud no estará de acuerdo con ninguna de las teorías expuestas para explicar el origen de la exogamia (es decir, el origen del horror al incesto).
    Freud intentará una teoría de tipo histórico-conjetural, es decir que supondrá que hace mucho tiempo se produjo un cierto acontecimiento primordial, a partir del cual puede luego deducirse el horror al incesto.
    Tal acontecimiento se relaciona con una hipótesis darwiniana según la cual los monos superiores vivieron en hordas, dirigidos por un jefe que acaparaba las mujeres y que por celos impedía la promiscuidad sexual dentro de su horda. De esta exigencia exogámica vino después el tótem imponiendo su prohibición del incesto. Otra teoría sostiene lo contrario, al sostener que la exogamia es consecuencia (y no origen) de las leyes totémicas. No parece cosa simple unificar ambas concepciones.
    Los niños se interesan más por los animales y se sienten más cerca de ellos que de los adultos, pero sin embargo desarrollan zoofobias (terror a ciertos animales), y el análisis mostró que tales animales representaban al padre, en tanto temido oponente de sus intereses sexuales, en tanto fuente de amenazas de castración. Estos niños también se identifican con el animal temido, siendo ellos mismos quienes son peligrosos. Encontramos aquí hasta ahora dos rasgos comunes entre estas zoofobias infantiles y el totemismo: la plena identificación con el animal totémico, y la actitud ambivalente de sentimientos hacia él (porque tanto el padre como el tótem son a la vez temidos y amados). Freud aclara que estas zoofobias aparecen en los niños varones.
    Los mismos miembros del tótem ven en éste a su antepasado y padre primordial. Este es el núcleo de la explicación psicoanalítica del totemismo. En efecto, las dos prohibiciones del tótem (no matar al animal totémico y no cometer incesto) son justamente los dos crímenes cometidos por Edipo (mató a su padre y tomó por mujer a su madre). Si estos dos deseos no son adecuadamente reprimidos, darán lugar a la neurosis. Se concluye hasta ahora: el sistema totemista resultó de las condiciones del complejo de Edipo.
    W. Smith destaca como característica universal de toda cultura los sacrificios en el altar como medio para reconciliarse con la divinidad o simpatizar con ella. El sacrificio de animales es el más antiguo, donde estos eran el alimento tanto del dios como de sus adoradores, es decir que ambos eran comensales del mismo banquete. Se trata de un lazo de unión que debe repetirse siempre para hacerlo duradero: comer juntos une a la divinidad con sus adoradores, y a estos entre sí. Matar al animal para el sacrificio sólo se permite cuando todos lo hacen para ofrendarlo, estando prohibida la matanza individual. Vale decir, sólo era permitida cuando todos juntos asumían la responsabilidad. El animal sacrificado era considerado de la misma sangre ( y por tanto del mismo clan) que los adoradores y el dios divinidad.
    El lazo que los une no es entonces simplemente el banquete, sino el hecho que tanto los adoradores como el dios comían el mismo animal, con lo cual la vida de este pasaba a morar en la sangre y la carne de todos ellos. La religión totemista se funda así en la matanza y devoración periódica del tótem. Consumada la muerte, el animal es llorado y lamentado compulsivamente por temor a una represalia, pero inmediatamente después viene un festejo jubiloso donde se liberan todas las pulsiones. El tótem, desde el psicoanálisis, es el padre, pues hacia él hay sentimientos ambivalentes: se lo odia (por eso es matado) y se lo ama (por eso es llorado).
    Uniendo esto con la hipótesis darwiniana de la horda primordial, cabe pensar que esta horda es el origen de los sistemas totémicos. Ello se debe a un acontecimiento que conjeturalmente según Freud tuvo que haber ocurrido: los hermanos se unieron para darse fuerza y poder matar al jefe de la horda, severo y celoso. Luego comieron su cadáver para identificarse con él y que cada uno tuviese un poco de la fuerza del padre. El banquete totémico recuerda periódicamente este acontecimiento. Pero como los hermanos también amaban al padre vino luego el arrepentimiento, naciendo así el sentimiento de culpa en la humanidad, volviéndose el muerto más fuerte de lo que había sido en vida. Desde esta conciencia de culpa de los hijos varones nacieron las dos prohibiciones totémicas: no matar al animal totémico, y no tener vínculos incestuosos con mujeres del mismo clan (ya que era lo que el padre originalmente prohibía). Ambas cosas fundaron la etnicidad del hombre, y mientras la primera solo tenía su razón de ser en un simple sentimiento, la segunda tuvo además un valor práctico: la prohibición del incesto impedía que los hermanos se peleen entre sí por las mujeres de su clan, lo cual implicaba el riesgo de que apareciera nuevamente un padre tirano y celoso entre ellos. En suma: el psicoanálisis nos lleva sostener un nexo íntimo y un origen simultáneo entre totemismo y exogamia.
    Es esto también el origen de las religiones. La comunión cristiana es en el fondo una nueva eliminación del padre, una repetición del crimen que debía expiarse. El complejo de Edipo está así en el origen de todas las religiones e instituciones sociales, así como también en el origen de las neurosis. Los procesos psíquicos en las masas son entonces asimilables a los procesos psíquicos individuales. La conciencia de culpa generada por el parricidio primordial no se ha extinguido aún en nosotros. La hallamos en los neuróticos, quienes actúan en función de una cierta realidad psíquica (expiar una culpa) y no de una realidad objetiva. Para el neurótico, como para los primitivos, meros deseos e impulsos tienen el valor de hechos. No obstante hay diferencia entre unos y otros: el neurótico sustituye las acciones por pensamientos, y el primitivo convierte los pensamientos en acciones.

“La organización genital infantil”; Freud (resumen)

“La organización genital infantil”; Freud
    En el carácter principal de esta organización genital infantil hallamos, además, su más importante diferencia de la organización genital definitiva del adulto. Este carácter diferencial consiste en que el sujeto infantil no admite sino un solo órgano genital, el masculino, para ambos sexos. Existe una primacía del falo.
    El niño percibe, desde luego, las diferencias externas entre hombres y mujeres, pero al principio no tiene ocasión de enlazar tales diferencias a una diversidad de sus órganos genitales. Así pues, atribuye a todos los demás seres animados, hombres y animales, órganos genitales análogos a los suyos y llega hasta buscar en los objetos inanimados un miembro igual al que él posee. Este órgano, tan fácilmente excitante, capaz de variar de estructura y dotado de extrema sensibilidad, ocupa en alto grado el interés del niño y plantea continuamente nuevos problemas a su instinto de investigación. En el curso de estas investigaciones llega el niño a descubrir que el pene no es un atributo común a todos los seres a él semejantes. La visión casual de los genitales de una hermanita o de una compañera de juegos le inicia en este descubrimiento. Ya es conocido cómo reaccionan a la primera percepción de la falta del pene en las niñas. Niegan tal falta, creen ver el miembro y salvan la contradicción entre la observación y el prejuicio pretendiendo que el órgano es todavía muy pequeño y crecerá cuando la niña vaya siendo mayor. Poco a poco llegan luego a la conclusión, efectivamente muy importante, de que la niña poseía al principio un miembro análogo al suyo, del cual fue luego despojada. La carencia de pene es interpretada como el resultado de una castración, surgiendo entonces en el niño el temor a la posibilidad de una mutilación análoga.
    Para estimar exactamente la importancia del complejo de la castración es necesario atender al hecho de su emergencia en la fase de la primacía del falo.
    Cree que sólo algunas personas femeninas indignas, culpables probablemente de impulsos ilícitos, análogos a los suyos, han sido despojadas de los genitales. Las mujeres respetables, como la madre, conservan el pene. La femineidad no coincide aún para el niño con la falta de miembro viril. Sólo más tarde, cuando el niño aborda los problemas de la génesis y el nacimiento de los niños y descubre que únicamente las mujeres pueden parirlos, es cuando deja de atribuir a la madre un miembro viril.
    La elección de objeto, que presupone ya un sujeto y un objeto, introduce una primera antítesis. En el estadio de la organización pregenital sádico-anal no puede hablarse aún de masculino y femenino; predomina la antítesis de activo y pasivo. En el estadio siguiente al de la organización genital infantil hay ya un masculino, pero no un femenino; la antítesis es aquí genital masculino o castrado. Sólo con el término de la evolución en la pubertad llega a coincidir la polaridad sexual con masculino y femenino. Lo masculino comprende el sujeto, la actividad y la posesión del pene. Lo femenino integra el objeto y la pasividad.

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    Pensemos las relaciones entre Edipo y castración desde la perspectiva freudiana en cada uno de los sexos. Diríamos que el varón va en este sentido, primero pasa por el complejo de Edipo, organiza su sexualidad en torno a un primer objeto que va a ser la madre y luego descubre la diferencia de los sexos y vincula la amenaza de castración con su elección sexual. Entonces, como dice Freud, sale del Edipo por la castración porque él une la elección de objeto que ha realizado con la posibilidad de una amenaza de pérdida de su pene abandona esa primitiva elección de objeto.
    Mientras que la niña hace el camino inverso. Primero atraviesa el complejo de castración, primero corrobora que pertenece al campo de los castrados, con este efecto de envidia del pene, con este efecto de extrañamiento respecto de la madre, y por lo tanto, con un viraje hacia el padre que es lo que la introduce en el complejo de Edipo.
    Al nivel de la propuesta freudiana las relaciones Edipo-castración para el varón y para la mujer son absolutamente inversas.


"Introducción al Narcicismo"; Freud (resumen)

“Introducción al narcisismo”; Freud
    Freud había estado usando el término “narcisismo” mucho antes de 1914. Ya en 1909, Freud declaraba que el narcisismo era un estadio intermedio entre el autoerotismo y el amor de objeto.
    El término narcicismo, proviene de la descripción clínica y fue acogido por Näcke en 1899 para designar aquella conducta por la cual cada individuo da a su cuerpo propio un trato parecido al que daría al cuerpo de un objeto sexual; vale decir, la mira con complacencia sexual, lo acaricia, lo mima, hasta que gracias a estos manejos alcanza la satisfacción plena.  En este cuadro el narcisismo cobra el significado de una perversión que ha absorbido toda la vida sexual de la persona.
    Resultó evidente después a la observación psicoanalítica que rasgos aislados de esa conducta aparecen en muchas personas aquejadas por otras perturbaciones; así ocurre, según Sadger, entre los homosexuales, “se toman a sí mismos como objeto sexual, parten del narcisismo y buscan jóvenes que se le parezcan para poder amarlos como su madre los amó a ellos”. (En Freud en 1910) Surgió la conjetura de que una colocación de la libido definible como narcisismo podría entrar y reclamar su sitio dentro del desarrollo sexual regular del hombre. A la misma conjetura se llegó a partir de las dificultades que ofrecía el trabajo psicoanalítico en los neuróticos pues apareció como si una conducta narcisista de esa índole constituyera  en ellos una de las barreras con que se chocaba en el intento de mejorar su estado. El narcisismo en este sentido ya no sería una perversión, sino el complemento libidinoso del egoísmo inherente a la pulsión de autoconservación de la que justificadamente se atribuye una dosis a todo ser vivo.
Un motivo para considerar la imagen de un narcisismo primario y normal surgió a raíz del intento de incluir bajo la teoría de la libido el cuadro de la demencia precoz (Kraepelin) o esquizofrenia (Bleuler).
    Los enfermos parafrénicos tienen dos rasgos fundamentales de carácter:
- El delirio de grandeza.
- El entrañamiento de su interés respecto del mundo exterior (personas y cosas). Esto último los vuelve incurables.
    También el histérico y el neurótico obsesivo han resignado (hasta donde los afecta su enfermedad) el vínculo con la realidad. Pero no han cancelado el vínculo erótico con personas y cosas. Lo conservan en la fantasía. Han sustituido los objetos reales por objetos imaginarios de su recuerdo o los han mezclado con estos por un lado, y por otro, han renunciado a emprender las acciones motrices que les permitirían conseguir sus fines en esos objetos. Este estado de la libido se llama introversión.
    Otro es el caso de los parafrénicos. Parecen haber retirado realmente su libido de las personas y cosas del mundo exterior, pero sin sustituirlas por otras en su fantasía. Y cuando esto último ocurre, parece ser algo secundario y corresponder a un intento de curación que quiere reconducir la libido al objeto.
    ¿Cuál es el destino de la libido sustraída de los objetos en la esquizofrenia? El delirio de grandeza, entendido como la amplificación y el despliegue de un estado que ya antes había conducido al yo y así nació una conducta llamada narcisismo. El narcisismo nace por replegamiento de las investiduras de objeto como narcisismo secundario que se edifica sobre la base de otro, primario, oscurecido por múltiples influencias.
    Otro aporte lo proporcionó las observaciones y concepciones sobre la vida anímica de los niños y los pueblos primitivos. Se hallan rasgos que si se presentaran aislados, podrían imputarse al delirio de grandeza:
- Una sobreestimación del poder de sus deseos y de sus actos psíquicos.
- La “omnipotencia de los pensamientos”,
- Una fe en la virtud ensalmadora de las palabras
- Y una técnica dirigida al mundo exterior, la “ magia”, que aparece como una aplicación consecuente de las premisas de la manía de grandeza.

    Es posible decir entonces que Freud parte de la patología para postular la idea de narcicismo.
    En 1911 el descubrimiento  del narcisismo condujo a Freud a establecer (en el Caso Schereber), la existencia de una fase de la evolución sexual intermedia entre el autoerotismo y el amor objetal. El sujeto comienza a tomándose a sí mismo, a su propio cuerpo, como objeto de amor, lo que permite una primera unificación de las pulsiones sexuales. (Laplanche)
    En 1914, en la “Introducción al narcisismo”, introduce el concepto de narcisismo considerando las catexis libidinales. Aludiendo a una especie de principio de conservación de la energía libidinal, Freud establece la existencia de un equilibrio  entre la “libido del yo” (catectizada en el yo) y la “libido de objeto”: cuanto más aumenta una, más empobrece la otra. El yo debe considerarse como un gran reservorio de libido de dónde ésta es enviada hacia los objetos.
    El rodeo por la patología permite a Freud deducir el estado originario de la libido; en particular, el desvío por las afecciones en las que hay una desinvestidura del mundo exterior, acompañada por un completo repliegue del enfermo sobre sí. Freud indaga el destino de la libido retirada de los objetos, basándose en la observación de enfermos esquizofrénicos, los que le parece la mejor respuesta a este interrogante.  Freud postula, tomando como ejemplo el delirio de grandeza, un estado original del yo en el cual éste, investido totalmente por la libido, ponía de manifiesto una omnipotencia absoluta. Ese  estado de omnipotencia del yo define en adelante lo que se llama narcisismo primario. Es un estado primitivo, que se caracteriza por la ausencia de total relación con el ambiente, por una indiferenciación entre el yo y el ello, y su prototipo lo constituirá la vida intrauterina, de la cual el sueño representaría una reproducción más o menos perfecta. El narcisismo designa un estado precoz en el que el niño catectiza toda su libido sobre el mismo. Con narcisismo primario se hace referencia al primer narcisismo, el del niño que se toma a si mismo como objeto de amor antes de elegir objetos exteriores. Tal estado correspondería a la creencia del niño en la omnipotencia de sus pensamientos.
El narcisismo primario es una libidinización primaria del yo. A partir de esta carga libidinal el yo puede investir a los objetos. Freud introduce una diferenciación en la libido de acuerdo a la localización: si está en el yo es libido yoica o narcisista, si está en el objeto es libido objetal.
Con narcisismo secundario designa ese mismo estado cuando reaparece por el retorno al yo de las investiduras de objeto, es decir, designa una vuelta sobre el yo de la libido, retirada de sus catexis objetales. “La libido retirada al mundo exterior ha sido aportada al yo, de manera que aparece una actitud que podemos denominar narcisismo. Pero el delirio de grandeza en sí no es creado de la nada; como sabemos, por el contrario, es la amplificación y la manifestación más clara de un estado que ya había existido antes. Nos vemos entonces llevados a concebir como un estado secundario, construido sobre la base de un narcisismo primario oscurecido por múltiples influencias, a este narcisismo que ha aparecido reintroduciendo las investiduras de objeto”. Esto significaría que el yo constituye el reservorio de la libido, desde el cual ésta se distribuiría sobre  los objetos exteriores, con retorno al lugar de origen si estos objetos no brindan satisfacción.
    El conocimiento del narcisismo puede realizarse a partir de tres vías:
La enfermedad orgánica: la persona afligida por un dolor orgánico y por sensaciones penosas, resigna su interés por todas las cosas del mundo exterior que no se relacionen con su sufrimiento; mientras sufre, retira de sus objetos de amor el interés libidinal, cesa de amar. Así, las dos pulsiones tienen el mismo destino y se vuelven otra vez indiscernibles.
La hipocondría: se exterioriza en sensaciones corporales penosas y dolorosas, pero, a diferencia de la enfermedad orgánica, no tienen su fundamento en alteraciones orgánicas comprobables. Sin embargo, las alteraciones de órgano no faltan, su fundamento es otro.
La vida amorosa del ser humano: los seres humanos tienen abiertos frente a sí dos caminos para la elección de objeto: elección de objeto del apuntalamiento y elección de objeto narcisista; tiene dos objetos sexuales originarios: él mismo y la mujer que lo crió; y, además, se presupone en cada ser humano el narcisismo primario.

- Elección de objeto del apuntamiento: se elige el posterior objeto de amor según el modelo de la madre o sustituto, es decir, la persona que cuidó y protegió al niño. El pleno amor de objeto según el tipo de apuntalamiento es característico del hombre, el cual exhibe una sobreestimación sexual del narcisismo originario del niño; esa sobreestimación da lugar a la génesis del enamoramiento, empobrecimiento de libido al yo en beneficio del objeto.
- Elección de objeto narcisista: se elige el posterior objeto de amor según el modelo de la propia persona, es decir, se buscan a sí mismo como objeto de amor. En la mujer, con el desarrollo puberal, por la conformación de los órganos sexuales femeninos hasta entonces latentes, sobreviene un acrecimiento del narcisismo originario, el cual es desfavorable a la constitución de un objeto de amor. Este es el tipo de elección de objeto narcisista.

    ¿Qué relación guarda el narcisismo, de que ahora tratamos, con el autoerotismo que hemos descrito como un estado temprano de la libido? Las pulsiones autoeróticos son iniciales, primordiales; por tanto, algo tiene que agregarse al autoerotismo, una nueva acción psíquica, para que el narcisismo se constituya.
Freud postula un camino para la evolución de la libido, siguiendo las siguientes etapas:

AUTOEROTISMO    NARCISISMO    RELACIONES DE OBJETO
No hay objeto ni yo    Objeto y yo coinciden    Objeto y yo existen de manera independiente
    Tanto la libido yoica y libido de objeto provienen de un procesamiento de los caracteres íntimos del suceder neurótico y psicótico. La separación de la libido en una que es propia del yo y una endosada a los objetos es la insoslayable prolongación de un primer supuesto que dividió pulsiones sexuales y pulsiones yoicas. Ambos términos indican la relación de la libido con su punto de destino, y no con su punto de partida.
    El supuesto de una separación originaria entre unas pulsiones sexuales y otras, yoicas, viene avalado por muchas cosas y no sólo por su utilidad para el análisis de las neurosis de transferencia.
    Este primer lugar, esta división conceptual responde al distingo popular tan corriente entre hambre y amor, entre pulsiones del yo o de autoconservación y pulsiones sexuales. La energía de las segundas se designa como libido. La nueva subdivisión de las pulsiones sexuales en función de su objeto de catexis se puede visualizar en el siguiente esquema:
    Freud califica el yo como el gran reservorio de la libido, porque la libido, como energía pulsional, tiene su fuente en las diversas zonas erógenas; el yo como persona total, almacena  esta energía libidinal, de la cual es el primer  objeto; pero, a continuación, el reservorio se comporta, respecto a los objetos exteriores, como una fuente, puesto que de él emanan todas las catexis.
    Ideal del Yo, es un término utilizado por Freud en su segunda teoría del aparato psíquico: instancia  de la personalidad que resulta de la convergencia del narcisismo (idealización del yo) y de las identificaciones con los padres, con sus substitutos y con los ideales colectivos. Como instancia diferenciada, el ideal del yo  constituye un modelo al que el sujeto intenta adecuarse.
    “Ideal del yo” Freud lo utiliza para designar una formación  intrapsíquica relativamente autónoma que sirve de referencia al yo para apreciar sus realizaciones afectivas. Su origen es principalmente narcisista: “lo que el hombre proyecta ante sí como su ideal es el substitutivo del narcisismo perdido de su infancia; en aquel entonces él mismo era su propio ideal”. Este estado narcisista, es abandonado, especialmente a causa de la crítica que los padres ejercen acerca del niño. Se observará que ésta, interiorizada en forma de una instancia psíquica particular, instancia de censura y de autoobservación, se distingue, a lo largo de todo el texto, del ideal del yo: ella “observa sin cesar al yo actual y lo compara con el ideal”.
    La incitación para formar el ideal del yo, cuya tutela se confía a la conciencia moral, partió en efecto de la influencia crítica de los padres, ahora agenciada por las voces, y a la que en el curso del tiempo se sumaron los educadores, los maestros y, todas las otras personas del medio.
La institución de la conciencia moral fue en el fondo una encarnación  de la crítica de los padres, primero y después de la crítica de la sociedad, proceso semejante al que se repite en la génesis de una inclinación represiva nacida de una prohibición o un impedimento al comienzo externa. Las voces y esa multitud que se deja indeterminada son traídas ahora a la luz por la enfermedad, a fin de reproducir en sentido regresivo la historia genética de la conciencia moral.
    El desarrollo del yo consiste en un distanciamiento respecto al narcisismo primario y engendra una intensa aspiración a recobrarlo. Este distanciamiento acontece por medio del desplazamiento de la libido a un ideal del yo impuesto desde afuera; la satisfacción  se obtiene mediante el cumplimiento de este ideal.
Simultáneamente, el yo ha emitido las investiduras libidinosas de objeto. El yo se empobrece a favor de estas investiduras así como del ideal del yo, y vuelve a enriquecerse por las satisfacciones de objeto y por el cumplimiento del ideal.
    Si consideramos la actitud de padres  tiernos hacia sus hijos, habremos de discernirlas como renacimiento y reproducción del narcisismo propio. Así prevalece una compulsión a atribuir al niño toda clase de perfecciones y a encubrir y olvidar todos sus defectos. Pero también prevalece la proclividad a suspender frente al niño todas esas conquistas culturales cuya aceptación hubo de arrancarse al propio narcisismo, y a renovar a propósito de él la exigencia de prerrogativas a que se renunció hace mucho tiempo. El niño debe tener mejor suerte que sus padres, no debe estar sometido a esas necesidades objetivas cuyo imperio en la vida hubo de reconocerse. Enfermedad, muerte, renuncia al goce, restricción de la voluntad propia no han de tener vigencia para el niño, las leyes de la naturaleza y de la sociedad han de cesar ante él, y realmente debe ser de nuevo el centro y el núcleo de la creación.
    Su majestad el bebé. Debe cumplir los sueños, irrealizados deseos de sus padres; el varón será un grande hombre y un héroe en lugar del padre, y la niña se casará con un príncipe como tardía recompensa para la madre. El punto más espinoso del sistema narcisista, esa inmortalidad del yo que la fuerza de la realidad asedia duramente, ha ganado su seguridad refugiándose en el niño. El conmovedor amor parental, tan infantil en el fondo, no es otra cosa que el narcisismo redivivo de los padres, que en su transmudación al amor de objeto revela inequívoca su prístina naturaleza.

Agregado: relaciones entre Autoerotismo y Narcisismo y Su majestad el Bebe.
    Freud sostiene que el YO no está presente desde el comienzo en el individuo sino que tiene que constituirse, es decir, para que el Yo se constituya es necesaria una carga libidinal.
    En este sentido dice que las pulsiones autoeróticas son primordiales, iniciales y que por lo tanto tiene que agregarse al autoerotismo una nueva instancia psíquica (el YO) para que el Narcisismo se constituya (en el autoerotismo las pulsiones son parciales, cada una se autosatisface en su zona erógena; en cambio en el Narcisismo se necesita una unidad hacia la cual la libido pueda dirigirse y en la cual pueda satisfacerse. Por ello se constituirá el YO como primer objeto a investir libidinalmente, Narcisismo 1º).
    El Yo no esta dado de entrada cuando llegamos al mundo, sino que este se constituye, pero no lo hace por el simple paso del tiempo, sino que algo debe ocurrir ¿Que es esto? Que haya una carga libidinal, en entonces, un proceso libidinal el que permite que el yo se constituya…ahora de donde viene esta libido? Si llamamos narcisismo primario a la libido concentrada en el yo ¿antes donde estaba esta libido? 
    Esa libido no esta originariamente en el niño, sino que proviene de los padres, más precisamente, del narcisismo de los padres, narcisismo que alguna vez fue primario en los padres y que con el paso del tiempo va dejando de ser narcisismo, dejando de ser libido yoica para empezar a ser libido objetal, que puede cargar a los objetos del mundo. Así, el niño bebe se convierte para los padres en el objeto fundamental del mundo, el niñito es para los padres “su majestad el bebe”. “Su majestad el bebé” según Freud es la imagen del bebé que los padres forman atribuyéndole características de perfección, idealizándolo, colocándolo en una posición en la que no se enfrenta con ningún tipo de restricción, en un lugar ajeno a las leyes de la sociedad, de la cultura. Los padres fantasean que ese hijo no va a vivir las penurias que ellos vivieron, que va a tener una vida sin sufrimiento y que va a lograr lo que ellos no pudieron y de algún, mediante este movimiento los padres transfieren su narcisismo al niño (hay algo del narcisismo que permite relacionar una generación con otra). Lo que se traslada es ficticio e ideal, pero igualmente, el yo necesita necesariamente de eso para poder constituirse.
    Dicho movimiento es interesante porque coloca en el lugar del hijo un ideal, los padres piensan que la vida del hijo va a ser ideal comparada con la vida de ellos, pero a la vez ese ideal que trasladan el hijo es la imagen del propio Yo de ellos cuando eran chiquitos, si se tiene en cuanta lo que dijo Freud, que lo que estos padres proyectan es su propio narcisismo: “…Cuando yo fui chiquito mis padres me idealizaron, después yo no logre ser eso en la vida pero tuve hijos y los idealicé. Es como si esos ideales se fueran transmitiendo de generación en generación y junto con ellos una cierta carga libidinal que hace que este ideal adquiera un valor a los ojos de la generación anterior y hasta a veces a los ojos de toda la familia…”.
    Luego el yo del niño va trasladando esa libido a los distintos objetos del mundo, los va catetixando, los va libidinizando, es decir, cuanta más libido se pone en el mundo menos libido hay en el Yo, llegando al punto extremo del enamoramiento (que seria la contrapartida de la megalomania). Ese momento en el cual ante el valor otorgado a el objeto amado el Yo queda totalmente empobrecido. Por eso Freud habla de “servidumbre  amorosa” en el sentido de que el Yo se coloca en el lugar de siervo antes el objeto adquiere este valor totalmente libidinizado.
    Así es como comienza a formarse el YO (Yo ideal). Freud señala que esta actitud de los padres responde al renacimiento y reproducción de su propio Narcisismo 1º, el cual tuvieron que abandonar cuando atravesaron el Complejo de Edipo. Como consecuencia del CE se vieron obligados a  someterse a las leyes de la cultura y en su Yo se produjo una escisión: el Yo infantil va a ser conservado en la instancia psíquica Ideal del Yo (aspiraciones, lo que quisiera ser y ya no es: el centro del universo, el mejor del mundo) y a partir de ese momento el Yo va a ser comparado con ese ideal.

Libido del Yo   
- Narcisismo primario.
- No hay ligadura.
- Autoerotismo.
- Libido estancada.
- Localizaciones narcisistas de la libido (puntos de fijación, marcas).
- Lo real; lo no simbolizado.   

Libido de Objeto
- Narcisismo secundario.
- Hay ligadura.
- Investidura de objetos externos.
- Circuito libre.
- Orden del deseo.

"Sobre la sexualidad femenina"; Freud (resumen)

“Sobre la sexualidad femenina”; FreudI
    En el caso del varón, se encuentra al niño tiernamente prendado del progenitor de sexo contrario, mientras que en la relación con el de igual sexo prevalece la hostilidad. La madre fue su primer objeto de amor; luego, con el refuerzo de sus aspiraciones enamoradas, lo sigue siendo, y a raíz de la intelección más profunda del vínculo entre la madre y el padre, éste último deviene un rival. Esto se ve en la fase del complejo de Edipo normal.
    En la niña, la madre también fue su primer objeto. La frase pre-edípica es mucho más larga, y la relación de ligazón con la madre puede durar hasta los cuatro o cinco años, o quizá nunca desprenderse de ella. La mujer llega al complejo de Edipo positivo (ternura hacia el sexo opuesto y hostilidad hacia el mismo sexo) luego de superar una prehistoria gobernada por el complejo negativo. Se tiene que producir el trueque entre la zona erógena rectora (el clítoris) por la vagina; a su vez, se tiene que cambiar su inicial objeto de amor (la madre) por el padre.
    Freud dice que, en general, toda vez que la ligazón-madre fue de particular intensidad, el trueque con la ligazón-padre también lo será.

II
    Dos hechos novedosos: la intensa dependencia de la mujer respecto de su padre es la heredera de una igualmente intensa ligazón- madre; y que esa fase anterior tuvo una duración inesperada.
    La bisexualidad es parte de la disposición constitucional de los seres humanos, aunque resalta más en la niña que en el varón. El varón tiene solo una zona genesica rectora, un órgano genesico, mientras que la mujer posee dos: la vagina, propiamente femenina, y el clítoris, análogo al miembro viril.
    En la mujer, lo que precede a la genitalidad tiene que desenvolverse en torno del clítoris. La vida sexual de la mujer se descompone en dos fases: la primera de carácter masculino y la segunda específicamente femenina; en el desarrollo hay un proceso de transporte de una fase a la otra.
    Las condiciones primordiales de la elección de objeto son idénticas para todos los niños; tanto en niños como en niñas, la madre deviene el primer objeto de amor a consecuencia del influjo del suministro de alimento y del cuidado del cuerpo. En el varón, la madre seguirá siendo el objeto de amor hasta que la sustituya un objeto de su misma esencia o derivado de ella. En cambio, en la niña, al final del desarrollo el varón-padre deviene el nuevo objeto de amor: al cambio de vía sexual le corresponde a un cambio de vía en el sexo del objeto.
    En el niño varón es inevitable el destino del vínculo de simultáneo amor a uno de los progenitores y odio al rival. El niño descubre la posibilidad de castración, como se prueba por la vista de los genitales femeninos, imponiendo la replasmación del complejo de Edipo, produciendo la creación del superyó, introduciendo en el niño todos los procesos que tienen por meta la inserción del individuo en la cultura. Luego de la interiorización de la instancia paterna en el superyó, se busca desasir de este ultimo a las personas de quienes originariamente fue la subrogación anímica.
    Los efectos del complejo de castración en la mujer: ella reconoce el hecho de su castración y la superioridad del varón y su propia inferioridad, pero se revuelve contra esta situación desagradable. De esta actitud derivan tres orientaciones posibles de desarrollo:
  Suspensión de toda vida sexual: extrañamiento respecto de la sexualidad; la niña, aterrorizada por la comparación con el varón, queda descontenta con su clítoris, renuncia a su quehacer fálico y a la sexualidad en general.
  Porfiada híper insistencia en la virilidad: complejo de masculinidad; retención de la masculinidad. La esperanza de tener alguna vez un pene persiste hasta épocas tardías; persiste la fantasía de ser un varón, pudiendo terminar este complejo en una elección de objeto homosexual manifiesta.
  Esbozos de la femineidad definitiva: forma femenina del complejo de Edipo: desemboca en la final configuración femenina que toma al padre como objeto. El complejo de Edipo es en la mujer el resultado final de un desarrollo más prolongado, es creado por el influjo de la castración, y es frecuente que la mujer nunca lo supere.

    En la niña, la fase de la ligazón-madre puede llamarse pre-edípica, reclama una significación muchísimo mayor en la mujer, es el vinculo originario sobre el que se edifica la ligazón-padre; el endose (cambio, pasaje) de ligazones afectivas del objeto-madre al objeto-padre constituye el contenido principal del desarrollo que lleva hasta la femineidad.
    El extrañamiento del objeto-madre se produce por la eficacia de una serie de mecanismos que cooperan en la misma meta final: lo celos hacia otras personas (el amor infantil es desmedida, pide exclusividad), la incapacidad de una satisfacción plena (el amor carece de meta y está condenado a dejar sitio a una actitud hostil), el efecto del complejo de castración (descubrimiento de su inferioridad orgánica), la omisión de dotar a la niña con el genital correcto, la nutrición de manera insuficiente, iniciación del primer quehacer sexual y luego su prohibición.
    Cuando la niña se entera de su propio defecto por la vista de un genital masculina, no acepta sin vacilación ni renuencia la indeseada enseñanza, sino que se obstina en la expectativa de poseer alguna vez un genital así, y el deseo de tenerlo sobrevive todavía largo tiempo.
    Al final de esta primera fase de la ligazón-madre, emerge, por el extrañamiento de la hija respecto de la madre, el reproche de haberla parido mujer.
    El análisis descubre las motivaciones para el extrañamiento respecto de la madre: omitió dotar a la niña con el único genital correcto, la nutrió de manera insuficiente, la forzó a compartir con otro el amor paterno, no cumplió todas las expectativas de amor, e incitó primero el quehacer sexual propio y luego lo prohibió.
    Parece ser que los motivos para ese extrañamiento son insuficientes para justificar la final hostilidad. Quizá lo más correcto sea decir que la ligazón-madre tiene que irse al fundamento justamente porque es la primera y es intensísima.
    En las primeras fases de la vida amorosa es evidente que la ambivalencia constituye la regla. La intensa ligazón de la niña con su madre debe hacer sido muy ambivalente, y justamente por eso y con la cooperación de otros factores, habrá sido esforzada a extrañarse de ella. El proceso es consecuencia de una característica universal de la sexualidad infantil.

III
    Las metas sexuales de la niña junto a la madre son de naturaleza tanto activa como pasiva, y están comandadas por las fases libidinales que atraviesan los niños.
    En todos los ámbitos del vivenciar anímico, una impresión recibida pasivamente provoca en el niño la tendencia a una reacción activa; intenta hacer lo mismo que antes le hicieron o que hicieron con él, se intenta dominar el mundo externo. Puede incluso empeñarse en repetir impresiones que habría tenido motivos para evitar a causa de su contenido penoso. Se muestra una rebeldía contra la pasividad y una predilección por el papel activo. Esta alternancia de la pasividad a la actividad no se da en todos los niños con igual regularidad y alternancia, y en muchos puede faltar.
    Las primeras vivencias sexuales del niño junto a la madre son de naturaleza pasiva (es amamantado, alimentado, limpiado, etc., por ella). Una parte de la libido del niño permanece adherido a esas experiencias y goza de las satisfacciones conexas; otra parte te ensaya en su re-vuelta a la actividad. En los otros vínculos, el niño se contenta con la autonomía, con el triunfo de ejecutar él mismo lo que antes le sucedió o con la repetición activa de sus vivencias pasivas en el juego o bien convierte a la madre en el objeto respecto del cual se presenta como sujeto activo.
    La actividad sexual de la niña hacia la madre se exterioriza siguiendo la secuencia de aspiraciones orales, sádicas, y hasta fálicas dirigidas a aquella.
    Entre las mociones pasivas de la fase fálica, se destaca que la niña inculpa a la madre como seductora, ya que por fuerza debió registrar las primeras sensaciones genitales a raíz de los manejos de la limpieza y el cuidado del cuerpo realizados por la madre. El hecho de que de ese modo la madre inevitablemente despierte en su hija la fase fálica es el responsable de que en las fantasías de años posteriores el padre aparezca tan regularmente como el seductor sexual. Al tiempo que se cumple el extrañamiento respecto de la madre, se transfiere al padre la introducción en la vida sexual.
    En la fase fálica sobrevienen por último intensas emociones activas de deseo dirigidas ala madre; el quehacer sexual culmina en la masturbación del clítoris. El extrañamiento respecto de la madre es un paso en extremo sustantivo en la vía de desarrollo de la niña, es algotas que un mero cambio de vía de objeto; al par que sobreviene se observa un fuerte descenso de las aspiraciones sexuales activas y un ascenso de las pasivas. Es cierto que las aspiraciones actias fueron afectadas con mayor intensidad por la frustración (denegación), demostraron ser completamente inviables y por eso la libido las abandona con mayor facilidad, pero tampoco faltaron desengaños respecto del lado de las aspiraciones pasivas. Con el extrañamiento respecto de la madre a menudo se suspende también la masturbación cliotorídea, y hartas veces la represión de la masculinidad anterior infiere un daño permanente a buena parte de su querer-alcanzar sexual.
    El tránsito al objeto-padre se cumple con ayuda de las experiencias pasivas en la medida en que estas han escapado al ímpetu subvertiente. Ahora queda expedito para la niña el camino hacia el desarrollo de la femineidad, en tanto no la angosten los restos de la ligazón-madre preedifica superada.
    En el desarrollo sexual femenino se hallan en acción las mismas fuerzas libidinosas que en el varoncito, y en ambos casos, durante cierto tiempo se transita por idénticos caminos y se llega a iguales resultados.
    Luego, factores biológicos desvían esas fuerzas de sus metas iniciales y guían por las sendas de la femineidad aún a aspiraciones activas, masculinas en todo sentido.




domingo, 5 de febrero de 2012

"Estadio del espejo"; Lacan (resumen)

“El estadio del espejo”; Lacan
* Antecedentes a los que Lacan hace referencia para postular el Estadio del Espejo.
    Lacan se basa en ciertos referentes de la psicología y de autores como Khöler y Baldwin, quienes ya se habían detenido en la observación  del niño pequeño comparándolo con animales. Lacan toma de estas observaciones un elemento que parecía caracterizar a la cría humana y que la diferenciaba de cualquier otra especie animal: la posibilidad  que se adquiere ya a los pocos meses de vida, en primer lugar de fascinarse con la imagen que el espejo le devuelve y luego con el tiempo, de reconocerse en esa imagen.
    El test del espejo (Baldwin), se trata de un particular experimento que permite diferenciar al infante humano de su pariente animal más cercano, el chimpancé. El niño de seis meses difiere del chimpancé de la misma edad porque el primero queda fascinado con su reflejo en el espejo, y lo asume jubilosamente comos u propia imagen, mientras que el chimpancé comprende rápidamente que la imagen es ilusoria y pierde interés en ella
    El concepto Lacaniano de Estadio del Espejo es mucho más que un simple experimento: representa un aspecto fundamental de la estructura de la subjetividad. Lacan parece verlo como una etapa que puede ubicarse en un momento especifico del desarrollo del niño, con un principio (6 meses) y un fin (18 meses).  

* Estadio del Espejo.
    El estadio del espejo describe la formación del Yo a través del proceso de identificación: el Yo es el resultado de identificarse con la propia imagen especular (se refiere al reflejo del propio cuerpo en el espejo, a la imagen de uno mismo que es simultáneamente uno mismo y otro).La clave de este fenómeno está en el carácter prematuro de la cría humana: a los seis meses, el bebé carece todavía de coordinación. No obstante, su sistema visual esta relativamente avanzado, lo que significa que puede reconocerse en el espejo antes de haber alcanzado el control de sus movimientos corporales. En el estadio del espejo el infante ve su reflejo en el espejo como una totalidad, como un todo/síntesis (gestalt), en contraste con la falta de coordinación del cuerpo real: este contraste es experimentado como una tensión agresiva entre la imagen especular y el cuerpo real, ya que la completad de la imagen parece amenazar al cuerpo con la desintegración y la fragmentación. La angustia provocada por esta sensación de fragmentación y como para resolver esta tensión agresiva, el sujeto se identifica con la imagen: esta identificación: esta identificación primaria con lo semejante es lo que da forma al Yo.
    El momento de la identificación, en el que el sujeto asume esa imagen como propia, es descrito por lo Lacan como un momento de júbilo porque conduce a una sensación imaginaria de dominio; el júbilo (del niño) se debe a su triunfo imaginario al anticipar un grado de coordinación muscular que aún no ha logrado en realidad”.
    El estadio del espejo demuestra que el Yo nace como una virtualidad, que es el producto del desconocimiento e indica el sitio donde el sujeto se aliena a si mismo. Lacan, de diferentes formas plantea que “el Yo es otro”, es decir que la imagen que el niño asume como propia, su Imago, constituye una unidad ilusoria porque proviene de Otro, es función del deseo de la madre. A la vez el niño ignora que “es otro” (función de desconocimiento). Por ello Lacan dice que el Yo está alienado, que su estructura es paranoica, que constituye una identidad enajenante(o armadura enajenante), una forma ortopédica, que se sitúa en una línea de ficción.
    Representa además, la introducción del sujeto en el orden imaginario. No obstante tiene también una dimensión simbólica importante, el orden simbólico está presente en la figura del adulto que sostiene al infante. Inmediatamente después de haber asumido jubilosamente su imagen como propia, el niño vuelve la cabeza hacia este adulto, quien representa al Gran Otro, como si le pidiera que ratificara esta imagen.
    Lacan destaca una serie de características que son propias del bebe humano en este periodo del estadio del espejo, que se pueden reducir en dos grandes ideas:
-    La primera tendría que ver con la teoría de la Prematuración
-    La segunda es la Dependencia
    La teoría de la prematuración plantea que a partir del hecho de que nos traslademos en dos patas, de que los humanos sean bípedos, esto modifico a el aparato músculo-esquelético, modifico sobre todo la posición de la pelvis, lugar por donde el bebe nace. Y en la medida en que la pelvis se redujo el nacimiento del bebe se tuvo que anticipar porque si crecería mas luego no pasaría por el canal de parto. Todo esto justifica el hecho de que seamos una de las especies que trae al mundo sus bebes es un estado prematuro. Esta prematuración genera, necesariamente, dependencia. Por lo tanto el Otro es esencial.

* Insuficiencia/Anticipación.
    La insuficiencia es la ilusión de la identificación espacial, es decir, la sensación de contraste con la falta de coordinación del cuerpo generada por la imagen como un todo/síntesis. 
    En la anticipación, el yo se construye sobre la base de una completud futura imaginada, es decir, que son fantasías que sucederán desde la imagen fragmentada del cuerpo, pero el sujeto imagina un grado de coordinación muscular que aun no ha alcanzado.

* Fragmentación/Gestalt.
    La gestalt es la imagen visual como un todo unificado. El Yo se forma por identificación con la gestalt de la imagen corporal. Sin embargo la unidad imaginaria del Yo es constantemente amenazada por el miedo a la desintegración, que se manifiesta en imágenes de un cuerpo fragmentado. La fragmentación es el nivel de desintegración agresiva del individuo.

* Identidad Alienante/Enajenante.
    Se usa el término alienante porque el yo se identifica por identificación, pero esa identificación no es con una imagen fiel de uno, sino con la imagen que da el espejo. Lo que uno es parte de otro, en este caso ese otro, es el espejo. En relación a esto, se dice, que el sujeto está alienado. La síntesis esencial del yo es esencialmente otro yo. La alienación es constitutiva del orden imaginario. El sujeto padece una escisión fundamental, esta alienado de si mismo.
La alineación es constitutiva del orden imaginario.

* Yo ideal/ Ideal del Yo.
    El Yo Ideal alude a la imagen unificada en el espejo. Sería la imagen virtual, se origina en la imagen especular del estadio del espejo: es una promesa de síntesis futura hacia la cual tiende el yo, la ilusión de unidad que está en la base del yo. (Orden de lo imaginario).
    El Ideal del Yo, es el STE que opera como ideal, un plan internalizado de la ley, la guía que gobierna la posición del sujeto en el orden simbólico. (Orden de lo simbólico).
    La identificación imaginaria, esta acompañada por la mirada de la madre. Dicha mirada aporta algo del deseo de la madre. (Orden simbólico, lo simbólico atraviesa). Acompaña la identificación y por lo tanto hace a la formación del Yo. El yo no puede constituirse desde lo imaginario, solamente. (Pensarlo desde el esquema Lambda, lo simbólico atraviesa, mediante la línea en diagonal).

* Matriz simbólica.
    No hay Yo sin matriz simbólica. La matriz simbólica es la mirada unificadora, ésta que representa para el niño esa mirada ideal a la cual el yo queda identificado. La matriz simbólica permite que se forme el Yo. A la matriz simbólica también hay que pensarla como deseo materno (que empuja al niño a identificarse con eso que ella desea. El deseo materno de un hijo se transmite mediante la mirada amorosa de la madre.
    La matriz simbólica, puede ser pensada como el deseo de la madre, la castración de la madre da al hijo su lugar de falo imaginario. De no haber matriz, el niño no tendría valor de falo y no podría constituirse.  El Yo del niño no se constituye sino es mirado idealmente; esto le permite estar sostenido por esa mirada unificadora. Permite que el Yo se precipite en la imagen y la tome como propia. Esta matriz simbólica primordial será el tronco, la base sobre la cual se construirán las identificaciones secundarias que permitirán la formación del Ideal del YO, en un segundo momento de lo simbólico.


"Las formaciones del inconciente"; Lacan (resumen)

“Las formaciones del Inconciente”; Lacan
* La metáfora paterna.
    La metáfora paterna concierne la función del padre en términos de relaciones interhumanas. La función del padre tiene su lugar en el corazón del Edipo. Freud la introdujo al principio de todo, ya que lo que revela el inconsciente al principio es el Complejo de Edipo; lo importante de esta revelación del inconsciente es la amnesia infantil que afecta  a los deseos infantiles por la madre y al hecho de que estos deseos están reprimidos. Dichos deseos son primordiales y están todavía presentes.

I
    El tema histórico del Complejo de Edipo gira alrededor de tres polos:
 El Edipo en relación al Superyó, a la ley: el Complejo de Edipo tiene una función esencial de normalización.
 El Edipo en relación con la realidad: se trata de las relaciones del Edipo con las afecciones que collevan una alteración de la relación con la realidad, perversión y psicosis.
 La relación del complejo con el Ideal del Yo: la mentalización, cuando se asume, se convierte en elemento del Ideal del Yo. La cuestión de la mentalización es doble: por un lado, hay un crecimiento que acarrea una evolución, una maduración, por otro lado, hay en el Edipo asunción por parte del sujeto de su propio sexo, es decir, lo que hace que el hombre asuma el tipo viril y la mujer asuma cierto tipo femenino. La virilidad y la feminización son los dos términos que traducen lo que esencialmente la función del Edipo.

II
    En un primer momento se entendió la carencia del padre desde un punto de vista ambientalista, se creía que era algún exceso del padre lo que engendraba el drama. Era una época en que la imagen del padre terrorífico se consideraba un elemento lesional. En las neurosis se apreció muy rápidamente que era más grave cuando era demasiado amable.
    Más tarde se comprendió por experiencia que el padre existe incluso sin estar. Incluso en los casos en que el padre no está presente, cuando el niño se queda solo con su madre, complejos de Edipo completamente normales, se establecen de una forma homogénea con respecto a los otros casos. Hablar de la carencia del padre en la familia no es hablar de su carencia en el complejo. Lo importante aquí es que exista alguien que se interponga entre la madre y el niño, es decir, imponga la ley.

III
    Al principio, el padre es terrible. El padre interviene en diversos planos. De entrada, prohíbe a la madre. Este es el fundamento, el principio del Complejo de Edipo, ahí es donde el padre está vinculado con la ley primordial de la interdicción del incesto. Es el padre el encargado de representar esta interdicción. A veces ha de manifestarla de una forma directa cuando el niño se abandona a sus expansiones, manifestaciones, tendencias, pero ejerce su papel mucho más allá de este. Es mediante toda su presencia, por sus efectos en el inconciente, como lleva a cabo la interdicción de la madre.
    La relación entre el niño y el padre esta gobernada por el temor de la castración. Se aborda como una represalia dentro de una relación agresiva. Esta agresión parte del niño porque su objeto privilegiado, la madre, le esta prohibido, y va dirigida al padre. Vuelve hacia él en función de la relación dual, en la medida en que proyecta imaginariamente en el padre intenciones agresivas equivalentes o reforzadas con respecto a la suyas, pero que parten de sus propias tendencias agresivas. El temor experimentado ante el padre es netamente centrífugo, es decir tiene su centro en el sujeto.
    Así, la forma en que la neurosis encarna la amenaza castrativa esta vinculada con la agresión imaginaria. Es una represalia.
    Aunque profundamente vinculada con la articulación simbólica de la interdicción del inceso, la castración se manifiesta en el plano imaginario.
    Freud introdujo en el Complejo de Edipo la cuestión del Edipo invertido. El Edipo invertido nunca está ausente en la función del Edipo, es decir, el componente de amor al padre. Es el que proporciona el final del Complejo de Edipo, su declive, en una dialéctica, también muy ambigua, del amor y de la identificación en tanto que tiene su raíz en el amor. Identificación y amor no es lo mismo (es posible identificarse con alguien sin amarlo y viceversa), pero ambos términos están estrechamente vinculados y son absolutamente indisociables.
    El sujeto se identifica con el padre en la medida en que lo ama, y encuentra la solución terminal del Edipo en un compromiso entre la represión amnésica y la adquisición de aquel término gracias al cual se convierte en el padre. No es de aquí en adelante y de forma inmediata un pequeño varón, pero tiene sus títulos en el bolsillo, tiene el asunto en reserva, y llegado el momento, si las cosas van bien, en el momento de la pubertad tendrá su pene listo, con su certificado.
    Por la misma vía, la del amor, puede producirse la posición de inversión, a saber, que en lugar de una identificación benéfica, el sujeto se encuentre afectado por una posición pasivizada en el plano del inconsciente: frente a ese padre temido, prohibido, pero que por otra parte es tan amable, colocarse en el lugar adecuado para obtener sus favores, hacerse amar por él. Pero como hacerse amar por él consiste en primer lugar en pasar a la categoría de mujer, supone el peligro de castración, aquella forma de homosexualidad inconsciente que deja al sujeto en una situación conflictiva con múltiples repercusiones (por una parte, el retorno constante de la posición homosexual con respecto al padre, y por otra parte su suspensión, es decir su represión, debido a la amenaza de castración que supone tal posición).
- Primer nivel:
    El padre prohíbe. El padre prohíbe al niño hacer uso de su pene en el momento en que dicho pene empieza a manifestar sus veleidades; se trata de la prohibición del padre con respecto a la pulsión real. El nivel de la amenazada de castración se trata de la intervención real padre con respecto a una amenaza imaginaria, puesto que sucede bastante poco a menudo que se lo corten realmente. La castración es un acto simbólico cuyo agente es alguien real que le dice “te lo voy a cortar”, y cuyo objeto es un objeto imaginario (si el niño se siente cortado es que se lo imagina).
- Segundo nivel:
    Por otra parte ¿qué es lo que prohíbe el padre?. El padre le prohíbe la madre. En cuanto objeto es suya, no del niño. En este nivel, es donde se establece aquella rivalidad con el padre que por si misma engendra una agresión. El padre frustra al niño de su madre. Este es el piso de la frustración. El padre interviene como provisto de un derecho. Aquí es el padre en cuanto simbólico el que interviene en una frustración, acto imaginario que concierne a un objeto bien real, la madre, en tanto que el niño tiene necesidad de ella.
- Tercer nivel:
    Este es el nivel de la privación, que interviene en la articulación del Complejo de Edipo. Se trata del padre en tanto que se hace preferir a la madre, dimensión que interviene en la función terminal, la que conduce a la formación del Ideal del Yo. En la medida en que el padre se convierte, de la forma que sea, por su fuerza o su debilidad, en un objeto preferible a la madre, puede establecerse la identificación terminal. La cuestión del Complejo de Edipo invertido y de su función se establece en este nivel. Aquí es donde se centra la cuestión de la diferencia del efecto del Complejo en el niño y en la niña.
    Esto en la niña se produce por sí solo: para ella la dificultad se encuentra a la entrada, mientras que al final la solución se ve facilitada porque el padre no tiene dificultad para ser preferido a la madre como portador del falo.
    El niño sale del Complejo de Edipo y asume la virilidad mediante la identificación con el padre. En la medida en que el padre se convierte en el Ideal del Yo, se produce en la niña el reconocimiento de que ella no tiene falo; pero esto es lo bueno para ella. El niño, en el momento de la salida normativizante del Edipo, reconoce no tener, no tener verdaderamente lo que tiene.
    ¿Qué es el padre? El padre es el padre simbólico, el padre es una metáfora. Una metáfora es un significante que viene en lugar de otro significante. Esto es el padre en el Complejo de Edipo.
    El padre es un significante que sustituye a otro significante. Aquí está el mecanismo, el mecanismo esencial, el único mecanismo de la intervención del padre en el Complejo de Edipo.
    La función del padre en el Complejo de Edipo es la de ser un significante que sustituye al primer significante introducido en la simbolización, el significante materno. De acuerdo con la fórmula que es la metáfora, el padre ocupa el lugar de la madre.
                                                                    Padre      Madre
                                                                    Madre        x
    ¿Cuál es el significado? ¿Qué es lo que quiere la madre? Al niño le encantaría ser él lo que la madre quiere, pero está claro que no sólo lo quiere al niño. Le da vueltas a otra cosa, a la x, al significado, al falo.
    Agente    Operación    Objeto (falta)
Primer nivel    Padre Real    Castración (simbólica)    Imaginario
Segundo nivel    Madre simbólica    Frustración (imaginaria)    Real
Tercer nivel    Padre imaginario    Privación (real)    Simbólico



* Los tres tiempos del Edipo.
    Donde residen todas las posibilidades de articular claramente el Complejo de Edipo y su mecanismo, el Complejo de castración, es en la metáfora.
    Apenas hay un sujeto hablante, la cuestión de sus relaciones en tanto que habla no podría reducirse simplemente a otro, siempre hay un tercero, el Otro con mayúscula, constituyente de la posición del sujeto como hablante.

I
    La metáfora paterna se trata de poner al padre, en cuanto símbolo o significante en lugar de la madre, en el lugar de una simbolización primordial entre el niño y la madre.
    Los términos planteados respecto de las relaciones del niño con la madre se resumen en el triángulo imaginario. Admitir como fundamental el triángulo niño-padre-madre es añadir algo que es real pero que establece una relación simbólica.
    La primera relación de realidad se perfila entre la madre y el niño, y ahí es donde el niño experimenta las primeras realidades de su contacto con el medio viviente. El padre entra en el triangulo con el fin de dibujar objetivamente la situación, mientras que para el niño todavía no ha entrado. El padre es  real, pero solo es real en tanto que las instituciones le confieren su nombre de pare.
    La posición del Nombre del Padre, la calificación del padre como creador, es un asunto que se sitúa en el nivel simbólico. Puede realizarse de acuerdo con las diversas formas culturales, pero en sí no depende de la forma cultural, es una necesidad de la cadena significante.
    Hay un relación entre el ternario simbólico y el imaginario para presentar la relación del niño con la madre, en tanto que el niño depende del deseo de la madre, de la primera simbolización de la madre, de la primera simbolización de la madre. Mediante esta simbolización, el niño se desprende su dependencia efectiva respecto del deseo de la madre de la pura y simple vivencia de dicha dependencia y se instituye algo que se subjetiva en un nivel primordial o primitivo. Esta subjetivación consiste e establecer a la madre como aquel ser primordial que puede estar o no estar.
    Desde esta primera simbolización en la que el deseo del niño se afirma, se esbozan todas las complicaciones ulteriores de la simbolización, porque su deseo es deseo del deseo de la madre. En consecuencia, se abre una dimensión por la cual se inscribe virtualmente lo que desea objetivamente la propia madre en cuanto que vive en el mundo del símbolo, en un mundo donde el símbolo está presente, en un mundo parlante. Esta simbolización primordial le abre al niño la dimensión de algo distinto: que la madre puede desear en el plano imaginario.
    En la madre hay el deseo de Otra cosa distinta que satisfacer el propio deseo del niño; ese algo que hace falta es precisamente la existencia detrás de ella de todo el orden simbólico del cual depende, y que, como siempre está mas o menos ahí, permite cierto acceso al objeto de su deseo. Este objeto se llama falo.





    El niño tiene una determinada relación con el objeto del más allá del deseo de la madre, cuya prevalencia y valor de excelencia ha observado, y se aferra a él por medio de una identificación imaginaria con la madre. En realidad, sería más correcto decir que con lo que se identifica el niño es propiamente con el falo, porque el falo es el objeto del deseo de la madre.
    El padre, en tanto que priva a la madre del objeto de su deseo, especialmente del objeto fálico, desempeña un papel del todo esencial. Se trata del nivel de la privación; aquí el padre priva a alguien de lo que a fin de cuentas no tiene, es decir, de algo que sólo tiene existencia porque lo hace surgir en la existencia en cuanto símbolo. Para que se establezca que no lo tiene, eso ha de ser proyectado en el plano simbólico como símbolo. Es en el plano de la privación de la madre donde en un momento dado de la evolución del Edipo se plantea para el sujeto la cuestión de aceptar, de registrar, de simbolizar él mismo, de convertir en significante, esa privación de la que la madre es objeto. Esta privación, el sujeto infantil la asume o no la asume, la acepta o la rechaza. Este punto es esencial, el punto nodal.
    Si el niño no franquea ese punto nodal, es decir, no acepta la privación del falo de la madre operado por el padre, mantiene por regla general una determinada forma de identificación con el objeto de la madre.
    Ser o no ser el falo. En el plano imaginario, para el sujeto se trata de ser o no ser el falo. La fase que se ha de atravesar pone al sujeto en la posición de elegir.

II
    El padre estará en juego como portador de la ley, como interdictor del objeto que es la madre. La función del padre, el Nombre del Padre, esta vinculada con la interdicción del incesto. Hace de obstáculo entre el niño y la madre, es el portador de la ley. Aquí se encuentra la clave del Edipo, su salida.

III
    Tiempos lógicos del Edipo, no cronológicos.
- Primer tiempo:
    Lo que el niño busca es poder satisfacer el deseo de la madre, es decir, ser o no ser el objeto del deseo de la madre. El sujeto se identifica en espejo con lo que es el objeto del deseo de la madre. Etapa fálica primitiva. Para gustarle a la madre, basta y es suficiente con ser el falo.
    Este tiempo está comandado por el significante “deseo de la madre”. El padre está velado. Lo que prima es lo que se llama ley caprichosa y arbitraria de la madre. La ley materna es una ley incontrolada, caprichosa. El niño empieza como súbdito, se experimenta y se siente profundamente sometido al capricho de lo que depende.
    La instancia paterna se introduce bajo una forma velada, o todavía no se ha manifestado. Ello no impide que el padre exista en la materialidad mundana. Por eso la cuestión del falo ya esta planteada en algún lugar en la madre, donde el niño ha de encontrarla.
    El falo es un objeto metonímico. Debido a la existencia de la cadena significante circula por todas partes en el significado.
- Segundo tiempo:
    El padre interviene, en el plano imaginario, como privador de la madre. Se produce lo que hace que al niño le vuelva la ley del padre concebida imaginariamente por el sujeto como privadora para la madre. Estadio nodal y negativo: lo que desprende al sujeto de su identificación, al mismo tiempo, lo liga con la primera aparición de la ley.
    El padre se afirma en su presencia privadora, en tanto que es quien soporta la ley; esto se produce de una forma mediada por la madre, que es quien lo establece como quien dicta la ley. El padre todopoderoso es el que priva.
- Tercer tiempo:
    De esta etapa depende la salida del Complejo de Edipo. El padre ha demostrado que daba el falo solo en la medida en que es portador de la ley. Es preciso que el padre mantenga lo que ha prometido; ha de dar alguna prueba de que tiene el falo.
    El padre puede darle a la madre lo que ella desea, y puede dárselo porque lo tiene. Interviene el hecho de la potencia; el padre es potente.
    El padre se revela en tanto que él tiene; esta es la salida del Edipo, la cual es favorable si se produce la identificación del niño con el padre como el que lo tiene, identificación llamada Ideal del Yo.
    El padre interviene como real y potente. Si el padre es interiorizado en el sujeto como Ideal del Yo y, entonces, el Complejo de Edipo declina, es en la medida en que el padre interviene como quien lo tiene.
    Esto no quiere decir que el niño vaya a tomar posesión de todos sus poderes sexuales y a ejercerlos. Sin embargo, el niño tiene en reserva todos los títulos para usarlos en el futuro.
    Aquí interviene la metáfora paterna, la cual conduce a la institución de algo perteneciente a la categoría del significante, está ahí en reserva, y su significación se desarrollará más tarde. El niño tiene todos los títulos para ser un hombre.
    Para la mujer la salida del Complejo de Edipo es distinta. Ella no ha de enfrentarse con esa identificación, ni ha de conservar ese título de virilidad. Sabe dónde está eso y sabe dónde ir a buscarlo, al padre, y se dirige hacia quien lo tiene.
    El padre es el significante que representa la existencia del lugar de la cadena significante como ley; se coloca por encima de ella.
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    El padre está en una posición metafórica si y sólo si la madre lo convierte en aquel que con su presencia, sanciona la existencia del lugar de la ley.
    Así es como puede se franqueado el tercer tiempo del Complejo de Edipo, es decir, la etapa de la identificación en la que se trata para el niño de identificarse con el padre como poseedor del pene, y para la niña de reconocer al hombre como quien lo posee.

sábado, 4 de febrero de 2012

¿Qué es la Psicología?

La psicología es la ciencia que estudia la conducta o comportamiento humano y los procesos mentales. La Psicología explora conceptos como la percepción, la atención, la motivación, la emoción, el funcionamiento del cerebro, la inteligencia, la personalidad, las relaciones personales, la consciencia y el inconsciente. La Psicología emplea métodos empíricos cuantitativos de investigación para analizar el comportamiento. También podemos encontrar, especialmente en el ámbito clínico o de consultoría, otro tipo de métodos no cuantitativos. Mientras que el conocimiento psicológico es empleado frecuentemente en la evaluación o tratamiento de las psicopatologías, en las últimas décadas los psicólogos también están siendo empleados en los departamentos de recursos humanos de las organizaciones, en áreas relacionadas con el desarrollo infantil y del envejecimiento, los deportes, los medios de comunicación, el mundo del derecho y las ciencias forenses. Aunque la mayor parte de los psicólogos están involucrados profesionalmente en actividades terapéuticas (clínica, consultoría, educación), una parte también se dedica a la investigación desde las universidades sobre un amplio rango de temas relacionados con el comportamiento humano.