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jueves, 16 de febrero de 2012

“La organización genital infantil”; Freud (resumen)

“La organización genital infantil”; Freud
    En el carácter principal de esta organización genital infantil hallamos, además, su más importante diferencia de la organización genital definitiva del adulto. Este carácter diferencial consiste en que el sujeto infantil no admite sino un solo órgano genital, el masculino, para ambos sexos. Existe una primacía del falo.
    El niño percibe, desde luego, las diferencias externas entre hombres y mujeres, pero al principio no tiene ocasión de enlazar tales diferencias a una diversidad de sus órganos genitales. Así pues, atribuye a todos los demás seres animados, hombres y animales, órganos genitales análogos a los suyos y llega hasta buscar en los objetos inanimados un miembro igual al que él posee. Este órgano, tan fácilmente excitante, capaz de variar de estructura y dotado de extrema sensibilidad, ocupa en alto grado el interés del niño y plantea continuamente nuevos problemas a su instinto de investigación. En el curso de estas investigaciones llega el niño a descubrir que el pene no es un atributo común a todos los seres a él semejantes. La visión casual de los genitales de una hermanita o de una compañera de juegos le inicia en este descubrimiento. Ya es conocido cómo reaccionan a la primera percepción de la falta del pene en las niñas. Niegan tal falta, creen ver el miembro y salvan la contradicción entre la observación y el prejuicio pretendiendo que el órgano es todavía muy pequeño y crecerá cuando la niña vaya siendo mayor. Poco a poco llegan luego a la conclusión, efectivamente muy importante, de que la niña poseía al principio un miembro análogo al suyo, del cual fue luego despojada. La carencia de pene es interpretada como el resultado de una castración, surgiendo entonces en el niño el temor a la posibilidad de una mutilación análoga.
    Para estimar exactamente la importancia del complejo de la castración es necesario atender al hecho de su emergencia en la fase de la primacía del falo.
    Cree que sólo algunas personas femeninas indignas, culpables probablemente de impulsos ilícitos, análogos a los suyos, han sido despojadas de los genitales. Las mujeres respetables, como la madre, conservan el pene. La femineidad no coincide aún para el niño con la falta de miembro viril. Sólo más tarde, cuando el niño aborda los problemas de la génesis y el nacimiento de los niños y descubre que únicamente las mujeres pueden parirlos, es cuando deja de atribuir a la madre un miembro viril.
    La elección de objeto, que presupone ya un sujeto y un objeto, introduce una primera antítesis. En el estadio de la organización pregenital sádico-anal no puede hablarse aún de masculino y femenino; predomina la antítesis de activo y pasivo. En el estadio siguiente al de la organización genital infantil hay ya un masculino, pero no un femenino; la antítesis es aquí genital masculino o castrado. Sólo con el término de la evolución en la pubertad llega a coincidir la polaridad sexual con masculino y femenino. Lo masculino comprende el sujeto, la actividad y la posesión del pene. Lo femenino integra el objeto y la pasividad.

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    Pensemos las relaciones entre Edipo y castración desde la perspectiva freudiana en cada uno de los sexos. Diríamos que el varón va en este sentido, primero pasa por el complejo de Edipo, organiza su sexualidad en torno a un primer objeto que va a ser la madre y luego descubre la diferencia de los sexos y vincula la amenaza de castración con su elección sexual. Entonces, como dice Freud, sale del Edipo por la castración porque él une la elección de objeto que ha realizado con la posibilidad de una amenaza de pérdida de su pene abandona esa primitiva elección de objeto.
    Mientras que la niña hace el camino inverso. Primero atraviesa el complejo de castración, primero corrobora que pertenece al campo de los castrados, con este efecto de envidia del pene, con este efecto de extrañamiento respecto de la madre, y por lo tanto, con un viraje hacia el padre que es lo que la introduce en el complejo de Edipo.
    Al nivel de la propuesta freudiana las relaciones Edipo-castración para el varón y para la mujer son absolutamente inversas.


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